martes, 4 de junio de 2013

Los desayunos a las 10 y mis nostalgias

Bueno, ya ma cansé un poquito de ser "profe". En esta entrada voy a ser un poco más Sergio. Y les contaré una anécdota que me pasó hoy con dos alumnas, cuyo nombre omito para no balconearlas.

Estas alumnas, llamémoslas, Maggi y Jenny, desayunan a las 10, en la uni. Suele sumarse al grupo una tercera mosquetera, bauticémosla como Ale. Y me invitaron a su mesa (o me invité yo solo? ya ni sé).

Lo especial de ese grupo es que disfrutan mucho discutiendo. Lo de menos es el tema. Pueden hablar de chismes amorosos, de tareas, de principios éticos o de comida. Pero lo hacen con una especial pasión por llevarse la contraria, por litigar, por defender apasionadamente su visión del mundo. Cada una desde la orilla de las cosas que está estudiando y aprendiendo en su carrera. Después de los madrazos verbales suelen, según he visto, despedirse con un abrazo breve y eterno en el que celebran su amistad.

¿Qué tienen de especial esos desayunos para mí? Pues qué va a ser... la tremenda nostalgia que me abruma al recordar esas mismas conversaciones con mis propios compañeros de universidad. Porque, a final de cuentas, uno de la universidad termina recordando pocas cosas... algunas clases (memorables o absurdas), algúnos profesores (geniales o patéticos), algunos conocimientos (datos, libros, congresos). Pero, sobre todo, uno recuerda con nostalgia esas conversaciones que nacían de la nada y hacia la nada siempre caminaban... y que dejaban un rastro de emoción que se resiste tercamente a morir en el tiempo.

Atardecer melancólico en el lago de la UDLAP

Y es que para mí ésa es una de las gracias de la universidad. En la prepa (en la mía al menos) uno hablaba de las tareas, de sus primeros amoríos, de futbol, de tele, de bullying, yo que sé. Pero no discutías en serio. No del conocimientos que aprendías. Es como si sintieras que esos saberes eran sólo cosas que debías poner en los exámenes.  En la uni, en cambio, comienzas a sentir que son de alguna manera tuyos, o tú más bien empiezas a ser parte de ellos y secretamente, como un acento que empieza a pegarse en tu habla, van formando tu identidad. Empiezas a pensar y a hablar como abogado, como ingeniero, como literato o como médico. Empiezas a ser parte de esas comunidades.

Gracias a Maggi, Jenny y Ale hoy volví a recordar cómo era esa emoción, mitad con gusto, mitad con esa punzada de dolor sutil que ofrece la melancolía. Ya saben... la sensación de que uno, como decía Heráclito, ya no volverá a pisar esas exactas aguas, cuando el conocimiento era un hermoso pretexto para hacer amistad.

3 comentarios:

  1. Se que no tiene mucho que ver con lo que usted habla profe pero admiro mucho la forma en la que escribe,y algún día quisiera yo igual impartir clases y hacerlo con el mismo entusiasmo como el suyo hacía nosotros

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  2. La verdad me encanta como escribe, las analogías que usa, la facilidad que se le da al escribir y hablar me asombra de sobremanera. Concuerdo mucho con usted, en la prepa eran conversaciones banales, no digo que no existan hoy en día, pero en cuanto a adueñarte, creerte, y ser parte de lo que ahora eres tú, lo que estudias, lo que más te apasiona y amas, es cuando con más pasión y orgullo das a conocer lo que sabes, apoyándote en los conocimientos que vas adquiriendo en la universidad, así como en la vida diaria.

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  3. Tiene toda la razón yo no tenia ni la mas mínima idea de lo que implicaba el interior del teatro y enserio es una verdad que aprendes a hablar con actor como abogado etc. Esta genial amo la universidad

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